Visita a Edimburgo, toma de contacto

Desde finales de 2019 que no actualizaba la sección de Viajes, y es que la pandemia cortó muchos de los planes que teníamos en mente, entre ellos, algún que otro viaje al extranjero. Pero este año, y casi por los pelos, pudimos escaparnos unos días a tierras del norte de Europa.

Uno sale de Madrid con 36 ºC esperando que en el norte de Escocia, concretamente en Edimburgo, haga falta ponerse una chaquetita y como mucho poder quitártela al entrar al pub de turno a disfrutar de unas buenas pintas de real ale en cask. Pero nada más lejos de la realidad, bueno sí que nos pasó eso, pero un día de los cinco que estuvimos por allí, y eso cambió mucho las cosas, cerveceramente hablando…

Como decía, el primer día fue de toma de contacto con la ciudad, íbamos con nuestra chaqueta, temperaturas suaves, algo de sol, pero nada de andar en manga corta por ahí. Así que para comer, tocaba pub clásico, sí o sí. Disfrutamos la comida y la bebida en un pub del centro turístico, no buscamos mucho más, había sitio libre, había cask, ¡para dentro!

El local, como digo, justo en el meollo turístico, GreyFriars Bobby Pub, junto a la estatua del famoso perro Bobby, y del cementerio de detrás (lo de esta gente con los cementerios…). La comida la verdad es que estaba bastante bien, y la cerveza la disfruté como un enano. Pinta de Stewarts 80/, una scottish heavy clásica, estilo tradicional de Escocia que raramente se deja ver por España. Temperatura perfecta, maltosa, de trago muy fácil, carbonatación baja, posiblemente debido también al uso del «sparkler» en el grifo del hand-pump, que hace que la cerveza rompa al salir del grifo. Esta pieza es común verla en la zona norte de Reino Unido, pero no es tan habitual verla en el sur, y al parecer hay bastante controversia de si es mejor o peor su uso para la cerveza.

Repetí de la misma cerveza, estaba maridando perfectamente con el stovies que estaba comiendo (un guiso de carne, patata, cebolla…). Mi chica pidió la «pale de la casa» y no estaba nada mal tampoco, con alguna nota afrutada de fondo, menos maltosa, no muy destacable pero rica al fin y al cabo. El precio de las pintas, sobre 5£ cada una (la scottish algo más cara).

A la tarde, aprovechando que íbamos a cenar en el barrio de Leith, hicimos una visita al taproom de Moonwake Brewing. Tienen mesas en el exterior, pero a esas horas apetecía más estar dentro, así que subimos al piso de arriba, desde donde se puede ver también la fábrica, y donde una barra con varios grifos de sus cervezas te esperan. Probamos una rica lager elaborada con lúpulo Nelson Sauvin, muy fresca, aromática, notas a uva y ligeramente tropicales, con agradable amargor, bastante bien. Otra que probamos fue la Session IPA, tropical y bastante conseguida también, pese a su baja graduación. Los precios, 5.50£ la pinta de Nelson Lager y 5£ la pinta de Session IPA (también se puede pedir 1/2 pinta y 2/3 de pinta). No tienen comida pero me pareció ver que puedes encargar pizzas a otro local de la zona, y de vez en cuando hacen eventos con otros negocios que preparan comida junto al taproom.

En la cena no destacó la cerveza, no tuvimos mucha suerte con la elección. Nos recomendaron una «wheat» de Harviestoun, y además pedí una lager de la misma cervecera. La de trigo pasable, sin más, y la lager era como si hubieran metido una bolsa de palomitas dentro, según se iba templando sabía más a mantequilla (diacetilo). Menos mal que la comida compensó la bebida 🙂

Dejo para una segunda entrada el resto de visitas y la historia de como el clima cálido también llega tan al norte y puede estropear una jornada cervecera…