La última parada de nuestro viaje antes de volver a Nuremberg a coger el avión de vuelta (bueno vale, y de paso tomar la última…) fue Regensburg (o Ratisbona en castellano). Posiblemente uno de los sitios que más nos gustó del viaje, o al menos uno de los días que más a gusto estuvimos.
Allí se dieron varias circunstancias que hicieron que disfrutáramos como si fuese el inicio de las vacaciones, una ciudad con un casco histórico precioso (no en vano, es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco), un ambiente relajado y sin aglomeraciones de gente, temperatura ideal para pasear y llegar a todas partes andando, y cómo no, también buena cerveza.
Llegamos en tren desde Munich casi con el tiempo justo para dejar las maletas en el hotel e ir a comer. Esta vez llevábamos recomendación de nuestros amigos «locales», así que fuimos a tiro fijo a comer al restaurante que la cervecera Weltenburger tiene en el centro, el Weltenburger am Dom.