¿Quién te ha visto y quién te ve? ¿Te has pasado al lado ácido? ¿No me digas que te va el vinagre?
Frases como esta son las que más me dicen últimamente amigos y conocidos cerveceros cuando les digo que he probado «tal o cual» cerveza sour y me ha gustado. Porque lo cierto es que siempre me han costado mucho, nunca han sido mis cervezas favoritas (y siguen sin serlo), esa marcada acidez en la cerveza nunca me ha hecho mucha gracia.
A día de hoy, sigo sin tolerar muchas de ellas (por ejemplo ahora mismo a una Gueuze clásica no podría darle ni tres tragos, quien sabe en un futuro…), pero todo ha ido avanzando y de aquella «berliner weisse» que probé hace años y me dejó los ojos achinados por un par de horas, a lo que nos podemos encontrar hoy en día, hay un mundo. Así como antes muchas de las IPA’s que nos tomábamos por aquí eran unas buenas lijas y hoy en día algunas no tienen ni amargor… con las sour ha pasado algo parecido, hay acidez, sí, pero te las puedes beber sin necesidad de tener a mano la caja de Almax…

Ya hace un tiempo hablaba sobre los métodos de elaboración de cervezas sour, pero en ese artículo no contábamos con que la ciencia sigue avanzando y el sector cervecero no iba a quedarse fuera de ella. Ahí falta otro método, el más cómodo y menos complicado de todos, que es que la propia levadura genere la acidez (ácido láctico en este caso) y realice la fermentación, todo ella solita, y además sin riesgos para el equipo, abrir el cubo, añadir el mosto, añadir la levadura, y esperar el resultado.